Introducción a la actuación escénica y la técnica actoral

La técnica de actuación.

La actuación escénica es toda actividad dramática que el actor desempeña en un escenario, sea éste teatral, televisivo, cinematográfico, o característico: como una casa, un parque, o cualquier otro que se improvise o se convierta a propósito en lugar escénico.

En los principios de la actuación escénica el actor carecía de técnica propiamente dicha. En Grecia por ejemplo, cuando el actor ya era parte de los teatros y la representación teatral, se limitaba a recitar su parte, como si fuera un trozo poético más de aquellos que distinguían a sus poetas dramáticos como Esquilo, Sófocles y Eurípides, en primera instancia. En Roma, era todavía más limitada la interpretación dramática, puesto que la tragedia latina era declamada en las reuniones y sin siquiera pensar en un teatro. Los actores con mayor libertad eran los cómicos que representaban las sátiras y podían presentarse ante el público romano en los teatros como el de Pompeyo, quien era un espectador asiduo de estas representaciones.

 

Pero aún estos cómicos, que son de alguna forma un antecedente germinal de la muy posterior Comedia del Arte, no se atenían a una técnica actoral específica; si acaso, partían de la imitación burlesca de los personajes públicos y las situaciones, dando presencia de manera espontánea al mimo, que ya para entonces tenía tiempo siendo el actor de entretenimiento popular en mercados y plazas, desde el 430 a.C, en Grecia.

En la Edad Media, con el cristianismo ya en boga, los actores son proscritos y señalados como ejemplares de escándalo y conductas pecaminosas, y con esta época de oscurantismo el arte dramático y su expresión escénica se hunde en las tinieblas. A pesar de todo, dentro de la penumbra se percibe un destello y algunas obras que luchan por nacer y perdurar logran mantener la mortecina luz de la esperanza y cuadros, que no obras propiamente dichas, como el Auto de Los Reyes Magos, que la propia Iglesia católica comenzó por promover para ilustrar los pasajes bíblicos, se representan en los atrios de las iglesias.

Y la luz se abre paso a través de la oscuridad, el Renacimiento deja atrás a la época medieval con su pobreza, su hacinamiento, su espiritualidad enajenante y sus caballeros, para intentar recobrar el espíritu de los llamados clásicos y su época ya casi olvidada. Con los mecenas renacentistas, y el reflorecimiento de los conceptos griegos de belleza y arte, todo se vuelve un redescubrimiento de la expresión artística libre hasta cierto punto. Y todo esta efervescencia de sensualidad y belleza es lo que propicia el furor creativo y expresivo de los llamados Siglos de Oro, principalmente en Inglaterra, España, y Francia. Y uno de esos renacidos es el teatro con su inevitable y obligado cortejo de actores.  Y es en este punto donde los actores del teatro isabelino con Shakespeare a la cabeza representaban las obras que han perdurado hasta nuestros días, sin más técnica que la declamación y la recitación de los textos y una interpretación de los personajes a la manera que cualquier aficionado de hoy en día podría hacerlo. No hay que olvidar que las mujeres no podían, con todo y la incipiente liberación del pensamiento, ser actrices, por tanto como en la antigua Grecia, los papeles femeninos los interpretaban los hombres.

Pero en las plazas siguen presentándose los actores burlescos y en Italia surge la Commedia Dell’Arte con grandes reminiscencias del mimo y las atelanas romanas. Son actores itinerantes, no se presentan en teatros, sino en las plazas; sus propios carros donde viajaban podían improvisar un tablado a manera de escenario. Estos actores diseñan personajes con características peculiares y para darles realce les añaden una máscara que los distingue.

Así tenemos un personaje con carácter y características propias, como Brighella el intrigante, Pantalone el viejo típico, Il Dottore el charlatán, Pulccinella el criado jorobado, el Capitano el soldado español fanfarrón, Arlequín el criado acróbata,  y los Enamorados, que no llevan máscara, incluida la famosa Colombina.

 

En este gremio actoral las mujeres sí podían actuar y no sólo hacían los papeles femeninos propios sino que incluso se disfrazaban de hombres para lograr ciertos propósitos de la trama. Es cuando la naturaleza de tales personajes interpretados por estos actores exigen una técnica y son estos actores de la Comedia del Arte quienes ponen las bases para la técnica de actuación moderna. Ellos parten de una técnica de improvisación que le da espontaneidad y frescura a sus actuaciones, para ello usan una multiplicidad de frases hechas por ellos mismos para sus personajes que memorizan y utilizan como eslabones para unir la idea dramática en la improvisación.

La utilización de la máscara les obliga a diseñar la técnica de caracterización, de tal modo que según como se coloque la cara con respecto a una línea imaginaria provoca la sensación de un carácter. Por ejemplo si la frente toca esa línea imaginaria, el personaje parece arrogante o suficiente, si la nariz toca esa línea imaginaria entonces el personaje parece metiche o como se diría ahora “donde quiera mete la nariz”, y si la barbilla o mentón toca esa línea imaginaria, el personaje parecerá soberbio y engreído. Esta técnica no solo enfatizó el uso de la máscara sino que pasó a modificar el aspecto corporal, de tal forma que en la técnica formal se conocen como los 9 puntos de caracterización: frente, nariz, mentón, pecho, vientre, pelvis, muslos, rodillas y pies. Y obviamente el desarrollo y aplicación de la técnica actoral en la Comedia del Arte no se limitó a la improvisación y la caracterización, sino asimismo incidió en la memorización, la creación, la expresión corporal, y el manejo de la voz. Con esto, elementos más, elementos menos, la técnica de actuación había nacido.