Antropología filosófica. Disertaciones 07.

7.       ¿HACIA DÓNDE VOY…?

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Siempre hay un momento en la vida en que la pregunta “¿hacia dónde voy?” nos detiene en el camino y nos hace mirar hacia atrás, obligándonos a reflexionar en si vamos en el rumbo correcto, o si ese es el camino que queremos continuar. Pero lo que quizás es todavía más perturbador es preguntarnos si el camino que recorremos, el camino que hemos tomado, el camino que en algún momento elegimos, es el que queríamos andar.

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Pero independientemente de esto, ¿cuál es la respuesta a la pregunta inicial?

Bueno, para dar una respuesta hay que ir a los orígenes.

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Pienso que desde que somos niños queremos ser algo y esa idea se enlaza automáticamente con un rumbo a seguir, el rumbo que traza el camino que nos lleva hacia lo que queremos lograr en la vida.

Pero ese camino no está hecho; debemos construirlo. Creo que nuestra vida se liga con ese propósito de ser algo, algo que dé sentido a nuestra vida precisamente.

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Y ser algo, de primera instancia no parte de un razonamiento; al principio, ser algo que deseamos, y caminar hacia la consecución de esa intención,  lo provoca una idea, una imagen, un sentimiento, una emoción.

En mi caso particular, yo deseaba ser músico. Cuando tenía ocho años de edad, hice mi primera comunión, y oí por primera vez la música del órgano monumental.

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Esa sensación jamás la podré olvidar; sensación cuasi orgásmica, que desembocó en una emoción, y luego una mezcla de sentimientos, y finalmente una idea infantil: “¡Quiero ser sacerdote!” Me imaginaba, como el ministro religioso que oficiaba la misa en ese momento, rodeado de aquella música y yo a mi vez oficiando la misa católica que, obviamente para mi mente de niño, era un todo con las notas producidas por el órgano parroquial.

Por una razón extraña, nunca nadie supo de mi vocación musical y mi amor por la música.

Mientras estuve con los jesuitas, de acólito, de bibliotecario, de estudiante seminarista, sentí que no necesitaba más.

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Pero, crecí y mi camino, no sé dónde, ya no era el que yo me imaginaba.

¿Me engañaron mis sentidos? No lo creo; el problema es que a veces no sabemos cómo construir ese camino.

Y la toma de decisiones para lograrlo no son siempre ni las correctas ni las adecuadas.

Con los jesuitas conocí el teatro, y de ese modo mi personalidad y el arte dramático se enamoraron, aun cuando mi corazón seguía enamorado de la música.

Y como a veces ocurre con las personas, me casé con el teatro, pero mi gran amor ha sido siempre la música, y hemos sido amantes.

Aprendí a tocar en una guitarra, luego en un órgano electrónico, cuando pude comprarlo. Tengo una veintena de composiciones originales. Voy por la calle y de pronto oigo una melodía nueva en mi cabeza; trato de no olvidarla y en cuanto puedo, la traslado al teclado melódico… TAGS:undefined

En fin, ¿y mi camino, a dónde me ha llevado? Es curioso, pero las decisiones son el verdadero camino. Dejé a los jesuitas, y  la carrera del sacerdocio, que no era para mí.

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Estudié letras dramáticas y teatro, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y ésa ha sido mi profesión: hacer teatro; escribir teatro, enseñar técnicas actorales, actuar, producir, dirigir… poner en escena  una obra teatral.

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Me casé, tuve un hijo y una hija, tengo tres nietos vivos, una compañera que ha estado a mi lado, realmente en las buenas y en las malas. Y una carrera teatral que dejé cuando mi primer nietecito fue diagnosticado con leucemia, a los dos años tres meses de edad, y falleció 15 días antes de cumplir 6 años de vida.

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Un niño, que mi hija decidió dejarlo con nosotros porque para ella era demasiado la realidad de aquella situación. Un nietecito que de pronto era ya “mi hijo”. Un nene padeciendo una enfermedad prácticamente incurable, que su madre sólo veía los domingos o cuando estaba internado en el hospital. Un nene que me enseñó la fortaleza ante el sufrimiento, el amor incondicional, el significado de vivir… y el de morir. TAGS:undefined

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ahora después de varios años de su fallecimiento (murió un 13 de abril de 2009), en mi camino nebuloso se vislumbra un propósito olvidado, un sendero que alguna vez exploré cuando estaba en los últimos años de la carrera de Letras Dramáticas y Teatro, en Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México:

la Psicología.

Un sendero que ahora es un camino, un nuevo camino. Ya no podré dedicarle mucho tiempo, lo sé. Pero es a donde voy ahora. Mi camino, el que construí, no era el que imaginé de niño, pero es el que he andado. Y pude construirlo lo mejor que pude.

Logré satisfacciones insospechadas; la verdad y la realidad fueron un hecho sensible, porque el teatro fue, en la analogía de una esposa, una gran aventura y un gran proyecto, una incomparable compañera.   TAGS:undefined

Ese camino fue rico en experiencias y conocimientos, me hizo en mucho lo que soy…

Me dio enormes momentos de felicidad, le dio sentido a mi vida. Pero lo más sustancial es que ese camino que construí con mis decisiones, me dio la posibilidad de vislumbrar nuevos horizontes y un auto-conocimiento inconmensurable.

Y es que ese camino no fue, al final, sólo mi propósito de niño, sino que confluyó en él todo lo que es parte de mi vida:

Mi familia, mi perra, mi casa, mi auto, mis libros, mi carrera, mis alumnos… mis amores… TODO….

 

Es muy difícil tener las respuestas a tantas preguntas ontológicas y existenciales de nuestra vida. Pero es imprescindible intentarlo. Quizá es la única manera de entendernos, de descubrir misterios, de acceder a esos recónditos rincones de nuestro ser.

Descartes, Spinoza, Leibniz, Tomás de Aquino, Agustín de Hipona, Platón, Aristóteles, Sócrates, etcétera, descubrieron sus ideas, su  pensamiento y su visión del mundo y el ser humano, de un modo muy humano: reflexionando, cuestionando, analizando, y -en el sentido estricto de la palabra- filosofando….

Antropología filosófica. Disertaciones 04.

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4. MI FELICIDAD.

¿He sido feliz? ¿Soy feliz? Son preguntas que van más allá de cualquier definición, concepto o creencia. Porque son lo que verdaderamente importa. ¿De qué sirve, saber qué es la felicidad bajo su diversidad conceptual o la creencia en lo que significa ser feliz bajo la filosofía o religión que la describa, si en la propia vida personal y particular de cada individuo no se percibe a sí mismo como un ser feliz o que puede ser feliz?

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A lo largo de mi vida, desde que era un niño, la felicidad se ha presentado con diversas facetas: la más sencilla era la de ser feliz con las cosas más simples: una paleta de leche -de aquellas que cuando yo era niño eran la novedad porque tenían la forma de una carita y costaban cincuenta centavos…

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Un paseo por la feria, que se ponía a un lado del mercado y cada año era esperarla con ilusión, porque entonces podía comerme un elote con mayonesa, un algodón de azúcar color de rosa montado en su palito,  TAGS:una manzana confitada, unos «hot cakes» de cajeta o mermelada de fresa, y subirse a la rueda de la fortuna, el gusano, ir al tiro al blanco y con suerte ganarse una figura de barro con la figura de un conejo o un perrito.

Sí, yo era feliz… Pero contar todos los momentos felices que viví cuando era niño, es muy largo; baste reconocer que recuerdo más momentos felices de mi infancia que de mi vida adulta. Y es extraño, porque la niñez también la recuerdo como una etapa de miedos y zozobra. Mi padre campesino y mi madre analfabeta no podían allegarse una vida muy pródiga que digamos; éramos más bien una familia pobre, a tal grado que mis ocho hermanos nunca los conocí porque los fueron encargando con los amigos y conocidos que mis padres encontraban por el camino. Sólo recuerdo una hermana que tenía catorce años cuando yo tenía tres, y que de pronto desapareció y jamás volví a saber de ella…

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Fue el momento más infeliz de mi vida. Y de ahí en adelante, sólo recuerdo a «la sagrada familia» como más tarde yo le llamaba: Papá, mamá y yo…  Pero supongo que harían un esfuerzo especial en la penuria, porque recuerdo aquellos momentos de la feria.

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Mi adolescencia fue más difícil, mi padre tuvo una embolia y prácticamente quedó impedido para valerse por sí mismo.

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Comencé a trabajar a los 13 años y mi felicidad estaba ahora en los libros y en las revistas ilustradas de Walt Disney.

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También, en las matinées de cine los domingos, y en ayudar al padre en la iglesia como acólito.

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Al final de la adolescencia y entrando a la juventud temprana, en el lapso de los 15 a los 18 años, descubrí dos nuevos placeres que me dieron momentos de felicidad inolvidables: jugar futbol y hacer teatro.

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Y en lo sucesivo, los momentos de felicidad y los momentos infelices se turnaron, porque ya para entonces yo trabajaba formalmente en el IMSS, y estudiaba la prepa.
 TAGS:En el último año de la prepa conocí a Isabel, nos hicimos novios y los momentos felices tomaron un cariz erótico; pero, los momentos infelices aparecieron en forma de celos y caprichos insatisfechos. Finalizó la prepa y a punto de entrar a la UNAM, a la carrera de Letras dramáticas, en la Facultad de Filosofía y Letras, me casé con Isabel y comenzó una nueva etapa de mi vida con una manera de ser feliz e infeliz totalmente nueva.

En esta nueva etapa de mi vida, a los 20 años, casado, podría decir que mi felicidad era completa. Tenía alguien con quien incluso esa felicidad se podía compartir. Tenía alguien que cuando era feliz, yo era feliz; pero también conocí una nueva modalidad de infelicidad: la de que si ella, Isabel, no era feliz, yo perdía mi felicidad.

A los cinco meses de casados concebimos nuestro primer hijo y fue una felicidad desbordante cuando nació el bebé. Luego, a los dos años llegó una niña….

Isabel, tuvo problemas y le extirparon la matriz. Yo, por mi parte, decidí hacerme lavasectomía.  TAGS:

Y fueron momentos extraños de felicidad por la bebita que ahora llegaba, pero de infelicidad por el estado de Isabel.

Y podría relatar cada momento de felicidad y de infelicidad, curiosamente siempre aparejados, mostrándome que la felicidad no es perenne, que la felicidad termina cuando la infelicidad toma su lugar. Y que es más fácil ser infeliz que feliz, porque la felicidad es tan frágil como las alas de una mariposa. Que ser feliz exige un esfuerzo por ser feliz, como cuando era niño, con las cosas simples, sin darle importancia a las cosas que no la tienen; y que la felicidad esta en relación directa con mi fragilidad.

¿He sido feliz? Sí; no tanto como hubiera querido, porque mi principal antagonista he sido yo mismo. ¿Soy feliz? Sí, ahora más fácilmente que antes. Los momentos infelices son ahora aquellos que logran sorprenderme…

 TAGS:¿Cómo lo he logrado? Como en el ajedrez, cada día proponiéndome aprender nuevas estrategias para ser feliz. Aplicando esa enseñanza del sabio taoísta: «Aquel que sabe cómo vivir, no tiene cabida en su alma para la desgracia».  -¿Y cómo aprender a vivir, maestro?«Aprendiendo cada día del error que te lleva al fracaso…, pero no olvides que el error se viste de muchas maneras, y hay que estar alerta para reconocerlo.

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El sabio no es perfecto por eso debe conocer sus limitaciones, y su sabiduría radica en reconocer sus errores. Por eso, el verdadero sabio predica una doctrina sin palabras…

y lleva la alegría en su corazón».

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